Las calles saladas por las que extravío mis pasos,
En las que tantas veces las olas se tornaban en figuras
Tan distintas que solo la verde sal podía entenderlas,
Siempre tan diferentes unas de las otras pero tan parecidas
A las que vienen después de un día de lluvia mientras
La ciudad no deja de mojarse una y otra vez con el roce
De los brazos de la mar, de tu mar, de ese mar incesante
Del que me evapora y me arroja de nube en nube hasta
Devolverme al suelo, a la realidad de una vida extraña
De la cual ya me había olvidado por acostumbrarme
Al constante oleaje de las calles de la ciudad.
El mar se lo ha llevado todo, me empapaba sin cesar
Y no me dejaba escapar, sin darme cuenta ya era parte
De la sal y ella misma penetraba por cada poro de mi piel
Hasta dejarme diáfana el alma, mi cuerpo y mi ser.
Así sin más se lo llevo todo y terminó con el oleaje
De las playas en cada callejón, en cada calle de esta ciudad.
Ahora, cada vez que extravío mis pasos por estas calles saladas,
No recurro a la presencia de los brazos de la mar, ni al salado oleaje
Que espera ansioso a despojarme el cuerpo. Solo me basta con
Recoger corales, escuchar su voz dentro de una coraza, que quizás
No sea el mismo mar que me empapaba el alma mientras el sol
Hacia turno con la corta noche que en la noche iluminaba con rayos de sol.
2 de Enero del 2011